Que los alimentos que escogemos están íntimamente relacionados con nuestros estados de ánimo, es una realidad que cada vez va tomando más forma en nuestra empañada conciencia. Pero, ¿nos hemos planteado si la calidad de los mismos influye en sus propiedades o preferimos no pensarlo? ¿Acaso hemos cometido el error de creer, que por tener toda una infinidad de variedad alimenticia al alcance de la mano, nos suministramos de los nutrientes necesarios para sentirnos bien?.
La neurociencia, cada vez más exquisita, afina su lupa, para tratar esclarecer cómo, el exceso de variedad alimenticia y su facilidad de acceso así como su mayor procesamiento, nos induce a creer, que la cantidad es sinónimo de calidad. Es decir, la alimentación, al igual que la sociedad, va evolucionando, pero, ¿hacia mejor o hacia un lugar en donde preferimos no mirar? Industrializados, refinados, transgénicos, estabilizados, conservados y edulcorados. ¿Quizás un vocabulario demasiado raro para ser tan extendido?
Los alimentos tienen gran afectación en nuestro estado de ánimo y contra antes seamos conscientes de ello, mayores serán nuestras herramientas para manejar nuestras emociones. Si apartamos de este debate las emociones asociadas a alimentos específicos mediante rituales (que de otra cosa estaríamos hablando), podríamos hacer hincapié en las necesidades nutritivas que requiere por ejemplo el sistema nervioso para funcionar correctamente.
Existen alimentos que favorecen reacciones de ansiedad, por ser estimulantes o por carecer de los elementos que componen el sistema. Otros, fomentan la depresión, por la mala síntesis de los neurotransmisores protagonistas en el manejo de la serotonina y dopamina que conlleva su digestión.
Algunos queman energía a grandes velocidades produciendo rápidamente sensación de hambre y secundariamente ansiedad fisiológica por comer.
Otros alimentos dificultan la permeabilidad en el intestino de los nutrientes, por lo que no pueden absorberse y se desechan, véase multitud de vitaminas y aminoácidos imprescindibles.
Y viceversa. Algunos alimentos tienen efectos moduladores del estado de ánimo y mejoran nuestro humor por facilitar el tránsito de oxitocina u otros neurotransmisores necesarios para el correcto funcionamiento emocional.
Otros ayudan a conciliar el sueño gracias a la producción de melatonina.
Esta nueva visión conlleva una responsabilidad en cuanto a la elección de la alimentación o al menos, un ser consciente de la existencia de estos factores moduladores del estado de ánimo y de su importancia.
¿Nadie se pregunta por qué nos gusta tanto el Fast Food y porqué tiene tan mala reputación? Se compone en muchas ocasiones, de hidratos de carbono extremadamente refinados, con mucho aporte de azúcar y pocos nutrientes y vitaminas, por lo que favorece sentirse saciados muy rápidamente (sensación placentera) pero a la vez, inyecta un pico insulínico que favorece el hambre a las pocas horas además de no aportar nutrientes. Sus harinas también dificultan la absorción intestinal.
Se ha demostrado que la falta de magnesio, zinc, vitamina A , B o ácido fólico favorecen enormemente la apatía, la tristeza, el malestar psicológico y la depresión.
El omega 3 y 6, presentes en pescados como la caballa, el salmón o las verduras de hoja verde, favorecen la síntesis de serotonina y por lo tanto, contribuyen al bienestar emocional.
Los alientos ricos en triptófano, como huevos, lácteos, pescados o frutos secos, ayudan a la producción de melatonina, favoreciendo el descanso, la sensación de relajación, tranquilidad y paz, así como los efectos secundarios de descansar adecuadamente: despertarse descansado y lleno de energía.
Existen muchos elementos que pueden trabajarse para mejorar nuestro estado de ánimo, para sentirnos más felices, activos y tranquilos. Los hay físicos, conductuales, cognitivos, y para los que no lo sabíais, también orientados a los correctos hábitos alimenticios.