Sea bueno o malo el objeto de mi deseo, valga o no la pena, suponga un desgaste letalo no… “Rendirse no es una opcción, es una palabra que no existe en mi diccionario”. 

 
Alguna vez os habéis sentido empujados por una gran afirmación que parece indicaros cómo deberían ser las cosas? una aplastante declaración que no solo condiciona nuestra realidad sino que directamente la dibuja? el destino? la intuición? quizás no habéis reparado en buscar la confirmación realista o al menos objetiva de dichas “verdades” que nos redireccionan, nos guían, nos orientan… y muchas veces, nos meten en pozos de los que después no sabemos salir solos…
Existen muchas de estas pequeñas malévolas, tantas como ideas de la realidad podamos tener. Su origen radica en una mezcla de acontecimientos que vamos experimentando y cómo vamos reaccionando a ellos, a los que sumamos lo que aprendemos de nuestros  modelos y sobre todo de la sociedad en la que vivimos, siempre inmersa en una cultura determinada que da su particular significado a todos los elementos que nos rodean, y que finalmente crean esas “realidades” indiscutibles, o almenos, “indiscutidas” por la mayoría, aceptadas como verdades. No hay más que fijarse en cualquier anuncio publicitario para comprender a lo que me refiero. Venden realidades inventadas que no hacen más que fomentar nuevas necesidades con un trasfondo comercial y consumista que acabamos aunque sea por saciedad, por aceptar incondicionalmente “Contra más delgada seas, más bella, más feliz”, “Contra más caro sea el producto, más exitoso, deseable, y mejor serás tú”…
El peligro de estas creencias no está en la obviedad de su juego manipulativo sino en la falta de percepción que tenemos sobre las que tenemos profundamente interiorizadas como verdaderas.
Para poneros un ejemplo podemos hablar del plano amoroso en donde podríamos encontrarnos con “cosas” asi: “Si me esfuerzo lo suficiente, mi relación saldrá adelante (y si no sales es porque no me estoy esforzando lo suficiente)”no porque mi pareja se vea con otra persona o porque no tenga el más mínimo interés en trabajar por solucionar nuestros problemas, “Si me he casado con él, o si llevamos tantos años juntos, es porque es el hombre de mi vida”, “Quien tuvo, retuvo”… pero nuestras creencias no solo incumben a este tema sino que se proyectan en todos los aspectos de nuestas vidas: el trabajo, la familia, las relaciones sociales, el ocio, incluso el concepto de qué es bueno, qué es malo… “Si no bebes no te diviertes” o “Los amigos de verdad son los que cuentan contigo para todo”…
Las creencias tienen la función de encaminarnos, de hacernos saber hacia donde ir y cómo actuar en consecuencia a nuestros principios y valores, y son extremadamente útiles y necesarias pero cuidadito  porque resultan un arma de doble filo cuando profundizamos en su contenido. De la misma manera que las creencias creada correctamente nos orientan, una creencia mal construida, es decir, basada en una mentira, y arraigada en nosotros gacias a la cultura y a la nutrición de la educación social informal, puede hacernos tropezar contínuamente con la misma piedra, una vez tras otra, tras, otra, tras otra.Puede hacernos afianzar conductas y comportamientos que nos producen desadaptación o incapacidad, es decir, nos introduce en un círculo vicioso de respuestas desadaptativas que mantenemos a pesar de no funcionarnos porque las creemos correctas.
Analizar las creencias que se encuentran detrás de situaciones problemáticas, darnos cuenta de que las cosas no tienen que ser blancas o negras, rígidas, sino que pueden existir otras opciones que quizás no conocemos, permitirse al menos la duda, puede ayudarnos a modificar y solucionar esos patrones circulares y viciosos en los que a veces nos quedamos atrapados y sin posibilidad de salir.
El primer paso para despertar es darnos cuenta de que estamos dormidos. no todos los ojos cerrados duermen ni todos los ojos abiertos ven.