En Marzo del año 2007 di mi primera conferencia sobre esa palabreja: Autoestima. Para ser sincero, siempre me pareció algo quasi imposible de entender y mucho menos de explicar. Algo demasiado complejo, confuso y con demasiada carga científica para ser traducida a un lenguaje que pareciera descifrable. Hoy voy a intentar la osadía de explicarlo de forma que cualquiera , se dedique a lo que se dedique, pueda recibir algún concepto útil y claro:
Me decia un eminente psiquiatra de Baleares, que «si la vida es una central nuclear, la autoestima es el plutonio del reactor». Efectivamente es un motor que mueve muchas de nuestras acciones, pensamientos y emociones. Al fin y al cabo, tal vez, influya en casi todas ellas.
Primer Ingrediente.
Os invito a un ejercicio: A lo largo de un día completo tratad de «cazar» en vuestra cabeza cuántas ideas o pensamientos que contengan expresiones como: «Tengo que…» , «Debo hacer/ser/controlar…», «Debería…»; y simplemente recordadlas o, mejor, anotadlas en una lista que llamaremos: lista A. Obtenido ese listado ya tendremos un punto de partida muy claro para conocer como montamos o desmontamos la base de nuestra autoestima. En la lista A aparece lo que se espera que haga, o sea, o diga, o controle, y que ademas es imperativo conseguir. Las ordenes internas que, cual soldado raso, debemos obedecer. Busquemos ahora una lista B, la de los éxitos o fracasos que vayamos obteniendo en conseguir lo que aparece en la primera lista. Nuestra autoeficacia en ser exitosos en los mandatos de nuestra cabeza que aparecían en la Lista A (también de nuestra sociedad, pareja, familia, empresa, etc). De una forma poco matemática restemos los objetivos «obligatorios» de la lista A a los de lo conseguido en la lista B. En ese resultado, de restar lo que «tengo que ser, hacer y sentir» y lo que en realidad he conseguido ser, hacer y sentir está buena parte de una primera explicación a como se estará construyendo o destruyendo mi autoestima. Por supuesto una diferencia grande entre las listas A y B supondrá una sensación de no conseguir «dar la talla» ante lo que debería haberse conseguido… esa percepción será el primer juicio valorativo contra nosotros mismos.
La autoestima no es simplemente «quererse mas o menos» sino sentirse capaz de conseguir objetivos prefijados. Crecerá o disminuirá al sentirnos dotados del armamento necesario para formar parte de un «ideal» muy difuso pero muy arraigado dentro de nosotros mismos.
Segundo ingrediente de la autoestima:
nuestros aprendizajes y nuestra educación. Volvamos a echar un ojo a la Lista A. ¿De dónde salen todas las afirmaciones que ella contiene y que «deben» o «deberían» conseguirse? Frases como: «tendría que ligar», «debo tener mas inteligencia», «tengo que controlar mi estado de animo», tengo que ser mejor», «no tengo que llorar», «debo caer bien», etc, bombardean nuestra cabeza a cada minuto. La inmensa mayoría han sido inyectadas por la sociedad, por las leyes, por las costumbres. Otras muchas por nuestros padres, familiares, amigos, maestros, parejas. Pero todas acaban convergiendo en una interpretación personal nuestra: Al fin y al cabo, somos nosotros mismos quienes acabaran determinando el peso especifico que cada una de esas ordenes tiene en nuestro día a día. Algunas personas pueden obligarse a aparentar imagen física como prioridad. Otras «deben» tener estudios de alto nivel o se sienten al margen de la sociedad. Para algunas el dinero es aquello que deben atesorar como principio fundamental. Otras ejercen un control sobre sus estados emocionales y se obligan a controlarlos; tristeza , rabia, miedo, ansiedad son sensaciones que deben atajar y calmar al instante. ¿Pero es real esa lista? Obviamente, buena parte sí. Evidentemente otra parte: no.
Tercer Ingrediente: las emociones resultantes.
A modo de ejemplo, apliquemos lo expuesto hasta ahora a algo practico: la puñetera Crisis.
Primero creemos unos cuantos «tengo que» : tenemos que consumir, tener coche, casa en propiedad y estudios. Por presión social dotémoslos de importancia quasi bíblica. Ahora habilitemos la forma de llegar a ello: Créditos, sueldos y formación. En el año 2006 parecía que la resta era cercana a 0. Teníamos que hacerlo y podíamos hacerlo. Pero fue mentira; No podíamos. El «tengo que» se mantuvo (se mantiene aun) pero la posibilidad empezó a desplomarse en el 2008. Los créditos cerraron puertas, los sueldos adelgazaron y la formación se volvió inaccesible, aun mas, inoperante. El numero que salía de la maldita resta empezó a aumentar a la par que ese engendro llamado «prima de riesgo». Y de ahí empiezan a irrumpir las emociones, a desmadrarse; el fatidico tercer ingrediente.
La sensacion de «tener que» , de «no poder» y la resta de ambos que aumenta su peso resultante desencadena un aluvión de sensaciones negativas: frustración , rabia, ansiedad, tristeza. Sensaciones que a su vez «tenemos que controlar» … Circulo cerrado.
Pero al fin y al cabo, la importancia de los obligatorios, su peso, su posición en la escala de valor dependerá en ultima instancia de nosotros. La percepción de si podemos o no alcanzar los ideales también nos tendrá a nosotros como juez en ultima instancia. Y la resta, la maldita resta, siempre podra ser ahogada debajo del sueño de una futura suma. La auto estima, es rebelde, a veces un tanto manipuladora… pero al fin y al cabo es nuestra propia trampa en la que decidiremos (o no) caer.
Jaume Reynes Avella , psicologo, dtor sanitario lapsus,col. B-1061.