Imagen de pareja: afirman que nuestro aparato psíquico tiene guardada la imagen de la pareja que buscamos y que ésta despierta como una alarma cuando nos topamos con la persona que encaja con estos rasgos.
Correspondencia: buscamos a una persona de parecidos rasgos físicos, sociales, culturales, intelectuales, etc. con nuestra propia familia imaginaria…
Espejo: nos enamoramos de quien anhelamos ser o bien de lo que tiene el otro, es decir, nos sirven de espejo y por eso nos enamoramos.
Perpetuar la especie: la defienden algunos biólogos afirmando que buscamos a la pareja adecuada para perpetuar la especie y esto se hace después de una evaluación por «instinto» y buscamos a la mejor persona con la cual nuestros genes se mezclen de la mejor manera. Esta hipótesis tiene en cuenta la realidad animal de la persona humana, que, aunque sea sólo la parte corporal, es real. A pesar de ello, esta teoría excluye a los homosexuales y bisexuales, así como a las personas que no desean tener hijos. Estos tres grupos no podrían enamorarse de ser esto cierto.
Creación de gustos: Es cuando la persona durante la infancia empieza a cuadrar sus gustos y, conforme va creciendo, los va haciendo más sólidos. Entonces, encontramos a una persona que se asemeja a lo que se creó desde esa infancia, como por ejemplo: el color del cabello; si un niño(a) ve a algún otro niño(a) y le gusta, y ese niño(a) tiene un cabello de color rojo, ese color de cabello va a buscar, siempre y cuando esa persona le haya causado el impacto suficiente para crear un gusto de ese momento y desde ahí va a buscar ese estilo de cosa que le impactó. Ya cuando vamos creciendo, todas esas pequeñas cosas van armando un rompecabezas y llegamos a un punto donde ya sabemos cómo buscamos a una persona. Así pues, nos enamoraremos de la persona que más se asemeje a ese rompecabezas que nosotros tenemos de la persona que buscamos.